martes, 11 de noviembre de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA, MUJER EUCARÍSTICA



Oración a la Virgen María, Mujer Eucarística


María Inmaculada, tú creíste lo que se te dijo de parte de Dios. Fuiste así anticipo de la fe eucarística de la Iglesia. Tu fe te hizo hacer de puente entre tu Hijo Jesús e Isabel y Juan. Fortalece nuestra fe en la presencia eucarística de Jesús para que sea para cada uno de nosotros refugio e impulso en la vida.

De esta manera, llenos de Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo, sabremos llevar a Jesús y acompañar a cada uno de nuestros hermanos en el camino hacia Él.

María, Madre de la Eucaristía, nosotros no podremos entender este gran misterio de amor. Que obtengamos la luz del Espíritu Santo, para que podamos comprender el infinito amor que Jesús presente en la Eucaristía tiene por nosotros.

AMEN

LA FUERZA DE LA ORACIÓN


LA FUERZA DE LA ORACIÓN 


Cada vez que decimos el Padre nuestro, Dios mira sus manos donde nos ha plasmado: mira Sus Manos y nos ve en ellas. Qué maravillosos son la ternura y el amor de Dios!

La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin Él, no podemos nada. Las palabras que no procuran la luz de Cristo no hacen más que aumentar en nosotros la oscuridad y la confusión.

Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él.

Si oramos, creemos. Si creemos, amamos. Si amamos, servimos.

Oren sencillamente como los niños, movidos por un fuerte deseo de amar mucho y de convertir en objeto de propio amor a aquellos que no son amados, conscientes de nuestra unión con Cristo, así como El tenía conciencia de ser uno con el Padre.

Nuestra actividad no será completa si no le permitimos a Dios obrar en nosotros, gracias a su poder, a sus planes y a su amor. "En El vivimos, nos movemos y existimos".

La plegaria perfecta consiste en el fervor del deseo que eleva los corazones hasta Jesús. Nunca debiéramos ceder a la costumbre de aplazar nuestra oración, sino hacerla con la comunidad.

Nuestras acciones sólo pueden producir reales frutos, cuando son expresión verdadera de una plegaria sincera. Dios se compadece de la debilidad pero no quiere el desánimo. La oración ensancha el corazón delicado hasta el punto de estar en condiciones de acoger el don de Dios.

La oración que brota de nuestra mente y de nuestro corazón y que recitamos sin necesidad de leer en ningún libro se llama oración mental y es una gran aliada de la pureza de alma.

Sólo por medio de la oración mental podemos cultivar el don de la oración. Si a ustedes les resulta difícil orar, rueguen insistentemente: "¡Jesús ven a mi corazón, quédate dentro de mí y reza conmigo, enséñame a orar".

Una plegaria que brota del corazón y debe ser capaz de tocar el corazón de Dios! Lo único que Jesús nos pide en todo momento es que nos entreguemos absolutamente a Él, que confiemos en Él plenamente, renunciando a nuestros deseos para cumplir con el camino que nos va trazando.

No es necesario que veamos claro si vamos progresando o no en el camino de la santidad. Lo importante es ir caminando en el Señor.

IMÁGENES ANIMADAS DE LA VIRGEN MARÍA















































LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA


María Corredentora
Padre Tomás Rodríguez 


Hay verdades que tal vez a simple vista nos pueden dejar un poco confusos, como puede ser María Corredentora.

La impresión de rechazo nos puede venir, porque no precisamos bien el significado.

1. María es corredentora por su condición de Madre. Cuando decimos que María es corredentora, no negamos que el único Redentor que hemos tenido y tenemos es Cristo, sino que queremos decir: El papel de María en nuestra redención ha sido de subordinación respecto a Cristo. María corredentora porque Cristo quiso redimirnos siendo hombre y no lo podía ser sino nacido de una mujer, que ésta fue María. Pudo redimirnos de muchas maneras, pero quiso hacerlo haciéndose hombre en el seno de María.

2. María es corredentora por su total entrega a su Hijo.

2.1. Disponibilidad. María estuvo a la total disposición para cumplir la voluntad de Dios. Cualquier insinuación que Dios le manifestara, Ella la cumplía inmediatamente. Todo tenía relación con los planes redentores de Dios. Jesús se quejaría “este pueblo me honra con los labios, pero no con el corazón”. María “todo lo que le decían de su Hijo, lo guardaba en su corazón” y de esta manera podía estar más en sintonía con Él.

2.2. Desprendimiento. Nos llama la atención el desprendimiento que tuvo, para que su Hijo pudiese cumplir plenamente el plan que había traído a esta mundo, no lo quiere retener junto a sí, aunque el corazón de madre se lo pidiese, pues, Ella sabía que no podía obstaculizar el camino que su Hijo tenía que recorrer, había aprendido muy bien aquella “reprimenda” que Jesús, siendo niño, le había hecho, cuando le encontró en el templo: “¿No sabíais que debo de ocuparme de las cosas de mi Padre?”.

2.3. Presencia dolorosa. Cualquier acto de la vida de Jesús podía habernos salvado, pero Él quiso ordenar toda su vida a su muerte y resurrección. María que había dicho “sí” en la anunciación, tuvo esta misma actitud en toda su vida, no sólo en los momentos gozosos, sino también en los dolorosos, y de manera especial al pie de la cruz. Allí supo unir todos sus dolores físicos y psíquicos al lado de los de Cristo, consciente de que de esa manera estaba en plena sintonía con su Hijo. Los sufrimientos de Cristo eran suficientes y sobreabundantes para redimirnos, pero quiso unir a los suyos los de su madre. 

La presencia dolorosa al pie de la cruz (Jn. 19, 25-27) como su integración en la primera comunidad cristiana (Hch 1,14) son señales muy expresivas de su misión corredentora. 

María se entregó en alma y vida a la causa de Jesús, que en el Reino de Dios, supo poner sus sentimientos y dolores junto a los de su Hijo, nuestro Redentor. 

PENSAMIENTO MARIANO 65


PENSAMIENTO MARIANO

Mi espejo ha de ser María. Puesto que soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús. 

Santa Teresa de los Andes

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