lunes, 8 de agosto de 2016

DIOS TE SALVE...


La Salve



Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos,
gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
D- Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES

















CAMBIAR EL MUNDO


"Cambiar al mundo"
La clave de nuestra capacidad de hacer cambiar a los demás está siempre ligada a nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos


Por: Alfonso Aguiló Pastrana | Fuente: interrogantes.net 




-Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.

-Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país.

-Pero, con el tiempo, me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí.

-Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quien sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.-

Este viejo relato, recogido en una lápida de la Abadía de Westminster, puede servirnos como una interesante reflexión acerca del sentido crítico y el deseo de cambio que todos tenemos en nuestro interior. Normalmente, la crítica se tiñe del ánimo o la disposición interior que hay tras ella, y de la que muchas veces procede. También sabemos que hay disposiciones mejores y peores, positivas y negativas, optimistas y pesimistas, y eso debemos tenerlo presente, y saber reconocerlo, pues resulta decisivo para comprobar la rectitud de nuestros juicios y la fiabilidad de nuestra capacidad de valoración y de crítica.



Si damos entrada a la envidia, al orgullo, la ira, la ambición, o a cualquiera de las múltiples formas en que la soberbia se manifiesta en todos los hombres, ese ánimo o predisposición con que observamos a los demás condicionará todo lo que observamos. Y entonces perderemos objetividad en nuestros análisis y eficacia en nuestros empeños por mejorar el mundo que nos rodea.

Solamente si hay una buena disposición, si se ve a los demás con el necesario afecto, deseando su bien, sólo entonces la crítica reúne las condiciones que requiere para ser una crítica útil y constructiva. Y sólo entonces es un acto de virtud para quien la practica y una verdadera ayuda para quien la recibe.

Y para entender y realizar así la crítica, es preciso ensayarla primero con uno mismo, como advirtió al final de su vida el protagonista de aquella reflexión. Sólo cuando se sabe lo que cuesta mejorar, lo difícil que resulta y, al tiempo, lo importante y liberador que es, sólo entonces se puede observar a los demás con cierta objetividad y ayudarles realmente. El que sabe decirse las cosas claras a sí mismo, sabe cómo y cuándo decírselas a los demás, y sabe también escucharlas con buena disposición.

Saber recibir y aceptar la crítica es prueba de profunda sabiduría. Dejarse decir las cosas es signo cierto de grandeza espiritual y de inteligencia clara. Aprender de la crítica es decisivo para hacer rendir los propios talentos. En cambio, quien no soporta que se le critique nada, e incluso ataca a quien ha tenido la atención y el desvelo de hacerle una crítica honesta y buena, o incluso se ensaña con el mensajero, esa persona difícilmente saldrá de sus errores, que con seguridad serán numerosos.

No se trata de vivir siempre pendiente de la crítica, bailando al son de lo que se diga o se deje de decir sobre lo que hacemos o somos, porque esa preocupación acabaría siendo patológica. El que no hace nada no suele recibir críticas, pero el que hace mucho suele ser criticado por todos: lo critican los que no hacen nada, porque ven su vida y su trabajo como una acusación; lo critican los que obran de modo contrario, porque lo consideran un enemigo; y lo critican a veces también los que hacen las mismas o parecidas cosas, porque se ponen celosos. Tiene que hacerse perdonar por los que apenas hacen nada y por los que no conciben que se pueda hacer nada bueno sin contar con ellos.

En todo caso, y como también advirtió con lucidez aquel hombre al final de sus días, la clave de nuestra capacidad de hacer cambiar a los demás está siempre ligada a nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 8 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 8



Se dice que todo pasa, es verdad. Pero, ¿te parece que todo pasa del todo? Yo creo que no.

Es verdad que todo pasa y que todos pasamos; pero nosotros, al menos, no pasamos del todo; hay algo que queda detrás de nosotros, como un rastro, como una semilla, como un germen, que a su debido tiempo deberá desarrollarse.

El poeta Núñez de Arce cantó:
“¿Qué es nuestra vida?
El sueño de un momento;
onda que pasa, sombra que se aleja;
ave tímida y muda que no deja
ni el rastro de sus alas en el viento”

¿Y las buenas obras?  ¿Y las malas obras?  ¿No dejan rastros que perduran?  ¿No quieres que tu vida deje huellas?  ¿Te satisface vivir unos pocos años y luego pasar al vacío infinito y al total olvido? No creo que ningún corazón humano quede satisfecho con esa perspectiva.

“Recuerda que mi vida es un soplo” (Job 7,7). Es una necedad poner la meta solo en esta vida, que es pasajera, que no es la definitiva, que ha de ser superada por aquella que es la verdadera Vida. El caminante no se fija tanto en el camino, cuanto en el término al que debe arribar; tu camino es esta vida. Tu meta, la eternidad.


* P. Alfonso Milagro

LA FE ES GARANTÍA DE LO QUE SE ESPERA


La fe es garantía de lo que se espera
Sin la fe no podríamos subsistir, somos lo que creemos, el poder sin límites está en nuestra fe, cuando hay confianza mostramos lo que verdaderamente somos.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: es.catholic.net 




Un hombre estaba sentado en el comedor de su casa; a su izquierda había un vaso de agua y a su derecha un plato de comida. Inseguro de si era hambre o sed lo que padecía, dudaba entre tomar la comida o beber el agua. Y al persistir la incertidumbre, murió sin probar alimento ni saciar su sed.

Para la Biblia, la fe es la fuente de toda la vida religiosa. A Dios debe responderle el ser humano con la fe. Siguiendo las huellas de Abrahán, padre de todos los creyentes (Rm 4, 11), personajes ejemplares del Antiguo Testamento vivieron y murieron en la fe (Hb 11), que Jesús lleva a su perfección (Hb 12, 2). Los discípulos de Cristo son los que han creído (Hch 2, 44) en Él.

El que ha creído en la Palabra, introducido en la Iglesia por el bautismo, participa en la enseñanza, en el espíritu, en la liturgia de la Iglesia (Hch 7, 55-60), en una confianza absoluta en Aquel en quien ha creído (2 Tm 1, 12; 4, 17s.) Se llega a la fe por la entrega, por la confianza en Dios, por la aceptación de su Palabra. El corazón tiene razones que la razón no comprende… Es el corazón el que siente a Dios, no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón (Pascal).

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hb 11, 1). La fe mueve montañas. Sólo las personas de fe pueden realizar grandes empresas y sacar fuerzas de todas las contrariedades que salen al paso. La fe ayuda, la fe es tabla de salvación. La fe te ayuda mucho. Cuando no hay fe, falta la vida.

Sin la fe no podríamos subsistir. El hombre es lo que cree. Somos lo que creemos que somos. A. Chejov y J. Suart Mill afirman que la persona que tiene fe posee más fuerza que otras noventa y nueve que sólo tengan intereses. Cuando uno cree que algo es verdadero, se pone en un estado como si lo fuese. Fe es cualquier principio, guía, aforismo, convicción o pasión que pueda suministrar sentido y orientación a la vida (A. Robbins).

El poder sin límites está en nuestra fe, pues ya lo expresaba muy bien Virgilio: Pueden porque creen que pueden. Hay que aprovechar cualquier cosa que ofrezca a un ser humano un rayo de fe y de esperanza y lo pueda cambiar. Somos lo que creemos. Nuestro sistema de creencias se basa en nuestras experiencias pasadas, las cuales revivimos constantemente en el presente, temiendo que el futuro vaya a ser igual que el pasado.

Sólo en el ahora podemos rectificar nuestras percepciones erróneas, y eso sólo se puede lograr eliminando de nuestra mente todo lo que creemos que otros nos han hecho y lo que nosotros creemos haberles hecho a otros.

La duda y la indecisión nos llevan a la muerte. No podemos vivir sin fe, sin confianza. Las dudas son nuestros traidores, decía Shakespeare. Y es cierto, porque basta con que penetre una duda en nuestra mente para acabar con toda la confianza y seguridad del mundo. La duda forma parte del sistema de nuestras creencias.
Al dudar de nuestros logros potenciales, proclamamos con certeza lo que es y lo que no es posible. Nadie se puede permitir el lujo de albergar dudas y admitir en su mente frases como: No tengo el talento suficiente, Eso no se puede hacer, sé realista.

Si hay confianza al pedir, también la hay al expresarse en cualquier tipo de conversación. Cuando hay confianza nos movemos a gusto, nos mostramos como somos, abrimos la mente, el corazón y todo el ser.

En 1982, la Corporación Forum, de Boston Massachussets, estudió a 341 vendedores de distintas compañías, en cinco industrias, para determinar a qué se debía la diferencia entre los más altos productores y los productores término medio. De éstos, 173 eran vendedores del más alto nivel, y 168 eran vendedores término medio.

Cuando se terminó el estudio, era claro que la diferencia entre los dos grupos no podía atribuirse a destrezas, conocimientos o habilidad. La Corporación Forum encontró que la diferencia ¡se debía a la honradez! Las personas que alcanzaban el más alto nivel en ventas eran más productivas porque los clientes tenían confianza en ellas. Y como les creían, les compraban a ellas.

En Jeremías (17,5-8) se ponen en claro dos actitudes, la del que confía en el ser humano y la del que pone toda su confianza en el Señor. Por eso dice maldito, es decir, infeliz, a quien pone su propia estabilidad, el fundamento de todo el edificio de su existencia, en sí mismo y en la caducidad humana: maldito el hombre que confía en otra persona (Jr 17,5); y declara bendito, es decir, lleno de vida, al que pone toda su existencia en la fidelidad de la palabra de Dios: bendito el hombre que confía en el Señor (Jr 17,7). Al ser humano se le presentan dos opciones fundamentales en su vida, o poner su confianza en Dios, en la vida, adherirse a él, o vivir alejado de Dios y poner su confianza en los ídolos que llevan a la muerte.

En Lc 6,20-26 se nos ofrece la proclamación fundamental de Jesús condensada en las bienaventuranzas, dirigida a los pobres e infelices, y en los ayes, que tienen como destinatarios a los ricos de este mundo. En los salmos se declara a una persona bienaventurada o feliz porque cumple con la ley del Señor: ¡Dichoso el que teme al Señor y sigue su camino! (Sal 128,1).

Las maldiciones, o ayes, son dirigidos a aquellos que se han apartado de Dios y viven en la muerte. ¡Ay de los que disimulan sus planes para ocultarlos al Señor! (Is 29,15).

Jesús dirige las bienaventuranzas simplemente a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los perseguidos, como declaración de felicidad. Los pobres, los perseguidos, los mansos, son felices porque, son ya desde ahora los seguros y privilegiados destinatarios de la misericordia de Dios.

FELIZ SEMANA!!!


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